Toma una piedra en tu mano

La piedra que sostienes en la palma de la mano es una certeza solo en el sentido más superficial. Crees qué es una piedra, que la conoces, pero ¿cuál es tu auténtica experiencia? ¿Es lo que percibes con los sentidos si dejas de pensar en ella? ¿O es una mezcla, una ondulación de funciones de onda que forman partículas subatómicas que intermitentemente existen y dejan de existir a la velocidad de la luz? Es, sin lugar a dudas, todas estas cosas y más. Y, a la vez, es menos…, es nada. La piedra es y a la vez está cambiando, está muriendo y renaciendo. ¿Quién de nosotros puede asegurar que sabe algo respecto a ella? Las posibilidades son infinitas en todos los sentidos, y por eso la certeza es una ilusión. Lo más que podemos aproximarnos a predecir con exactitud la vida de un átomo, una piedra o la evolución de nuestra vida es sólo una probabilidad.

Nisargadatta Maharajah, dice «El conocimiento es ignorancia».

Pues en cuanto creemos conocer algo lo encarcelamos en nuestra mente, poniendo fin con ello a su cualidad cambiante. Allí se convierte en un recuerdo aislado de su realidad viva y palpitante. Allí se queda petrificado. ¿Qué podemos hacer entonces? Podemos intentar estar abiertos tanto a la realidad aparente como a la probabilidad de que está en proceso de transformación. ¿Cómo lo hacemos? Empecemos por tomar conciencia de nuestra propia realidad, los cimientos sobre los que luego construiremos. ¿Quiénes somos? Nuestro cuerpo y nuestra mente están hechos de la misma sustancia básica que las piedras. Antes de que las piedras se conviertan en partículas subatómicas u ondas de probabilidad, están quietas.

El teórico de la mecánica cuántica David Bohm llama a esa quietud orden implicado. No hay máquina que pueda medirla, pero podemos experimentar la Presencia que somos y, cuando lo hacemos, la mente y el cuerpo se quedan quietos a su vez. Y esta quietud es de donde emergen, tanto del ser como del devenir. Desde la Presencia , percibimos el mundo antes de juzgarlo, de analizarlo o de que ninguna emoción distorsione la percepción. Lo mundano se preña entonces de potencial. La piedrecilla que sostenemos en la palma de la mano inhala luz y exhala amor. Lo que quiero decir es que podemos aprender a aceptar con naturalidad ambos mundos, el de la Biodinámica y el de la presencia. Podemos unificar el mundo de los opuestos, la percepción de la experiencia pura, es decir, de la presencia. Cultivar la percepción de la Presencia Biodinámica  trae consigo una estabilidad que va mucho más allá del simple «sentirse bien». La Presencia Biodinámica estabiliza la manera de ver.

Amor
Carles 

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