Cerremos los ojos para asegurarnos de que nos estamos refiriendo al sentir puro y no al pensamiento, imagen o recuerdo del cuerpo.

Sin la referencia del pensamiento o del recuerdo, ¿cuál es la naturaleza del sentir? Si mantenemos los ojos cerrados, el único conocimiento que tenemos del cuerpo es la sensación física. De hecho, sin la referencia al pensamiento o el recuerdo ni tan siquiera tenemos ningún conocimiento del cuerpo como tal. Tan solo conocemos el sentir actual, es únicamente el pensamiento el que etiqueta este sentir como “cuerpo”.

Si apartamos el pensamiento no podemos tan siquiera conocer la experiencia del momento como un sentir, tan solo hay experiencia pura, sin nombre.

Te invito a que leas lo siguiente e intentes después tener la experiencia:

Cierra los ojos y experimenta durante unos minutos el sentir al que te refieres como “mi cuerpo”, algo así como si fuera la primera experiencia que nunca hubieses tenido.

Si tuvieras que hacer un dibujo de esta sensación que estás sintiendo, ¿qué aspecto tendría?, ¿sería sólida y densa?, ¿es esta sensación mujer o hombre?, ¿cuánto pesa?, ¿acaso no es el peso sólo un sentir, una sensación?, ¿tiene nacionalidad?, ¿esta sensación tiene treinta, cuarenta, sesenta años de edad? ¿Y tiene la sensación una etiqueta adjunta a ella? Si aparece el yo que el pensamiento añade al sentir, te separas. ¿Qué es lo que define esta sensación como mía? Tan solo un pensamiento. Pero, ¿quién le da la autoridad a ese pensamiento? ¡Evidentemente no la experiencia! La experiencia cuenta una historia muy distinta.

Continuemos. Lleva atención a la experiencia de este momento, es posible que tu cuerpo este sentado en una silla. El único conocimiento que tienes del presunto cuerpo sentado en una silla es la sensación sentida que nos produce. Ve a ese sentir. ¿ Acaso no sientes presentes tanto el cuerpo como la silla en esta sensación única? Si la consideras desde la silla, esta sensación no es tuya, pero si la consideras desde el cuerpo, sí es tuya. Siente, entonces ¿es tuya o no es tuya?  No puede ser ambas cosas a la vez. No puede ser dos cosas, un cuerpo y una silla, porque lo que experimentas es tan solo un sensación sentida. Y si no puede ser tanto el cuerpo como la silla, tampoco puede ser cuerpo o silla porque uno solo tiene sentido en relación al otro.

Observa, por medio de la experiencia directa, que no se trata de cuerpo ni de silla. De hecho no hay ningún cuerpo ni silla presentes ahí en la experiencia real de la sensación sentida. El cuerpo y la silla son conceptos abstractos que se superponen a la experiencia por medio del pensamiento. Antes de que tenga lugar esta superposición, ¿cuál es la experiencia pura?

Tan pronto como el pensamiento intenta ponerle nombre, volvemos a separarnos. El pensamiento sencillamente no puede ir al núcleo de la experiencia y conocerla como “algo”. La experiencia es tan íntima en si misma, no hay separación. Sencillamente, no podemos salir de ella, mirarla desde la distancia y verla o conocerla como “ un cuerpo”, “una silla”, una “cosa” o “un objeto”.

En realidad únicamente tiene lugar la experiencia pura, sin nombre e íntima, hecha tan solo de conocimiento o experimentación, es decir, hecha tan solo de quiénes somos, presencia. Toda experiencia es así. No tan solo la silla, sino tambien las montañas, el mar, las calles, las estrellas, la gente, las casas, el trafico… Todo.

Es el pensamiento el que divide la intimidad continua de la experiencia en dos partes, un yo y un no-yo: una parte que conoce o ve y otra parte que es conocida o vista.

Esta presunta división oculta la auténtica intimidad de toda experiencia (esto es, la absoluta falta de distancia, separación u otredad que es la condición natural de toda experiencia) y hace que parezca que la experiencia incluye un yo que conoce, siente o percibe y un mundo que es conocido, sentido o percibido.

Solo existe la experiencia pura del sentir.

Volvamos al dibujo de la sensación pura que llamamos “el cuerpo”. No te remitas a ninguna idea, imagen o recuerdo sino tan solo a la sensacción que experimentes en este momento. El dibujo podría parecerse un poco a la Vía Láctea, un conjunto de puntos amorfos flotando en un espacio vacío. De hecho, esta sensación es sobretodo espacio vacío.

Permite que este espacio vacío de tu propia presencia se infiltre en el sentir, que penetre profundamente en los tejidos. Tómate tiempo para permitirte que empape incluso esa zona que puede ofrecer alguna resistencia, que parece aferrarse a su propia objetividad o densidad. Siente que este espacio vacío de tu propio ser no está tan solo presente y consciente, también es amor, intimidad pura. Ama todo lo que toca; ésta es la única manera en que puedes conocer algo, amándolo. De hecho, el espacio vacío y amoroso de nuestro propio ser convierte en sí mismo todo lo que toca.

Permite que capa tras capa de resistencia y retención sea empapada por el amor. El cuerpo es una especie de almacén donde están guardados todos nuestros rechazos, fracasos, miedos, resentimientos y heridas. Indigestiones de vida que mucho despúes de que el pensamiento los haya olvidado quedan ahí. Son estas capas de indigestión en forma de tensión y contracción las que eclipsan la natural tranparencia y nos identifican con el cuerpo dando la impresión de que un yo interior, separado, habita ahí.

Amor
Carles 

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