La madures es el reconocimiento de que todas las cosas vienen y van. Ésta es la verdad.  Al principio puede parecer verdaderamente aterradora. No hay nada que vaya a permanecer. Ríndete al miedo que provoca y admite la imposibilidad de aferrarte a nada. No puedes aferrarte al cuerpo. No puedes aferrarte altos  estados más  deseado. Cuando reconozcas la imposibilidad de aferrarte a nada, la rendición se da.
Es en la rendición que se rebela la presencia permanente  del Ser.
Si intentas aferrarte a estado de éxtasis, por sublime que sea, pasarás por alto lo que es más profundo que la experiencia de éxtasis. Y como no es posible aferrarse a ningún estado, experimentarás  decepción un y otra vez. 
De apagarnos ¿por qué no apagarnos a lo que siempre esta aquí? A eso que es el espacio Vació , que esta fuera del tiempo y, sin embargo lo incluye. La Vació  no viene y va. No es una cosa. Es donde surgen todas la cosas, incluyendo todos los estados. La dicha y la no dicha, lo extraordinario y lo muy común, la comodidad y la incomodidad, aparecen aquí en el espacio Vació. El vació es tu refugio. Reconoce el Vació  dentro de ti. 
Independientemente del estado en que se presenté, está eso que emana quietud, apertura, paz y claridad. Eso es una no-cosa, nada. 
En primer lugar, reconoce lo que es impermanente. Todas las cosas son impermanentes, pero tu tienes que descubrirlo solo. Y cuando encarnas realmente que todo es impermanente, dejas de buscar la permanencia en las cosas. Madurez es dejar de buscar la permanencia no sólo  en las cosas burdas, sino también en las cosas sutiles, como ideas, estados y experiencias. 
Sin esta madures el ciclo de sufrimiento se perpetua al intentar extraer permanencia de lo que intrínsecamente impermanente.  
Amor
Carles

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