Los miedos, ansiedades y tensiones que caracterizan el creernos separados se disuelven lentamente en esta presencia, no por medio del esfuerzo, la disciplina o la manipulación del cuerpo o la mente, sino de manera espontánea y sin esfuerzo. 

Nadie hace nada a nadie ni a nada. 

Es como poner un terrón de azúcar en un vaso de agua caliente. El agua no hace nada, el terrón de azúcar no hace nada. Sin embargo, lentamente el azúcar se vuelve como el agua. Pierde su nombre y su forma. Las cualidades del agua (transparencia, apertura y vacío) se ocupan del terrón de azúcar; el agua lo disuelve en ella. 

Es así como la mente, el cuerpo y el mundo sencillamente son rendidos y, a su vez, son permeados y empapados por la transparencia, la apertura, el vacío y la intimidad de propio Ser. 

Permite que la presencia se haga cargo de todo. Todo lo que está presente está sólo presente porque ha sido totalmente aceptado por la conciencia. Si no fuera aceptado por la conciencia, no estaría apareciendo. 

 Y, ¿qué es lo que ocurre cuando podemos permitirnos completamente lo que ocurre, sea lo que sea, sin resistirnos a lo que está ocurriendo? El nombre que le damos a la experiencia cuando no hay ni el más mínimo impulso de evitarlo es paz, felicidad, amor. 

Amor 

Carles 

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