Ya sé que esto no es nada, que no importa, realmente no es nada, no pasa nada.
Este es el peligro, tomar la verdad y filtrarla a través de la mente, hasta convertirla en otro mecanismo de defensa.
Decir que el sufrimiento no es nada, es inútil.
La forma más habitual de lidiar con la incomodidad, desde la más leve a la más extrema, es intentar esconderse, escapar de ella o negarla. Conocemos bien esa forma. Por lo general hay una culpa. Culpamos a otro por sus faltas o por las faltas de otro, incluso las del mundo. Nos justificamos, nos ponemos escusas y le damos toda la importancia a las escusas. Hay negación del sufrimiento. Actuamos como si no pasara nada, en una especie de disociación y podemos ir por ahí como una piedra diciendo “no me pasa nada”.
Toda esta estrategia tiene lugar en una mente inmadura a la que le pueden ocurrir cosas que sean demasiado grandes para poder manejarlas y tiene que inventar estrategias para sobrellevarlo. No hay nada de malo en ello.
Pero cuando uno llega al nivel de madurez que es la expansión, ve con claridad la inutilidad de toda estrategia.
En la madurez te das cuenta que no es posible escaparse encubriendo, negando o culpando. Descubres que el sufrimiento “evitado” mediante la estrategia no hace más que aumentar la identificación con la historia de vida.
Afrontar el sufrimiento con la mente abierta es subir conscientemente. Lo que es liberarse de la reacción a escapar. Cuando te liberas de la tendencia a huir, puedes darte cuenta de lo que realmente es el sufrimiento.
Hay que ser consciente de la tendencia de la mente a tomar cualquier enseñanza y convertirla en otra estrategia, en otra escusa o en otro intento de escapar.
Cuando estás dispuesto a sentir, y a decir “esto me ha tocado, hay dolor” entonces podrás ver el SER que no puede ser tocado, que es lo que somos justo antes de capas y capas de experiencia de vida no digerida.
Amor
Carles
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