LA COHERENCIA DE LAS MADRES Y PADRES.
«Aprendiendo a tomar las riendas de nuestra vida».
Ser sinceros con nuestros hijos es algo bastante complicado, sobre todo porque cuesta mucho serlo con nosotros mismos. Nos educaron para intentar agradar a todo el mundo y llevamos toda nuestra vida haciéndolo.
Sería interesante cuestionar lo que oímos en torno al mundo de los niños para perder el miedo a hacer las cosas de forma distinta a como las hacen los demás.
¿Por qué queremos que los nuestros hijos pidan perdón o le den un beso cuando pegan a otro niño?
El perdón es algo que aprendimos de la religión, tiene que ver con la idea del mal, de la culpa y el arrepentimiento. La madre o el padre se siente mal con la acción de su hijo y le obliga a que muestre públicamente que eso que ha hecho tiene que enmendarlo. Agredir a otro es algo que ocurre por diferentes causas, lo cierto es que todos lo hacen alguna vez y suele solucionarse tan deprisa como ocurrió. A los pocos minutos ninguno de los niños se acuerda ni guarda rencor. Tal vez queramos que el niño pida perdón para que todos vean que no somos malos padres, cuando suele pasar que eso solo nosotros lo estamos cuestionando. También es bastante molesto besar a otro cuando no deseamos y el que ha sido pegado quiere que le dejen tranquilo.
Como padres podemos hacer varias cosas: recordar si nuestro hijo quería ir al parque o fue idea nuestra, pensar si hemos tenido un ratito para ella o él sin estar haciendo otras cinco cosas, observar si estamos prestándole atención o hablando todo el tiempo con otros padres y recordar la importancia de proteger a nuestros hijos si son pequeños y de intentar parar su mano si van a pegar a otro.
Ir al parque porque el niño necesita socializar o que le de el aire
Los parques son lugares de mucho estrés a ciertas horas. Si podemos pasar algún rato a solas con los peques, veremos que necesitan tiempo con nosotros y hasta los 3 años, por lo menos, no necesitan socializar. Lo cierto es que a veces los padres no podemos estar en casa con ellos porque andamos cansados del trabajo y queremos que se distraigan en la calle. Podemos admitirlo, no somos perfectos y solemos tenerlos tarde, cuando nuestra energía no es la misma que a los 20 años.
Los niños no se portan mal nunca, intentan ser escuchados y amados. Cuando perciben que la mamá no está bien, es normal que intenten ayudarla llorando, chillando, pidiendo brazo,… Si somos capaces de darnos cuenta de que cuando nuestro pequeño está muy movido somos los adultos los que no estamos presentes, les haremos un gran regalo. Entonces podemos buscar un lugar tranquilo y contarles el día horroroso que hemos tenido, lo tristes o nerviosos que nos ponemos al sentir que no les mostramos nuestra mejor cara, la poca paciencia que tenemos y nuestra incapacidad de solucionarlo en ese momento. Puede que creamos que los bebés no nos entienden, por eso solo descubrimos lo mágico que es hablar con nuestrosbebés y niños desde el corazón cuando lo probamos. De repente nos calmamos, ellos se calman, y todo cobra coherencia.
Ser compasivos
No hay nada de malo en sentirnos enfadados, frustrados, impotentes,… Somos madres y padres en continuo aprendizaje y así será hasta que, al menos, nuestros hijos se vayan de casa.
Empleamos mucha energía en intentar que nuestros hijos hagan «lo correcto», cuando lo ideal es que sean libres para no parecerse en nada a nosotros. Así, como mínimo, no repetirán nuestros mismos errores ni seguirán el patrón familiar.
Si tenemos la certeza de que no sabemos qué es lo mejor para ellos, algo nuevo y maravilloso puede ocurrir, la vida siempre es sorprendente si no queremos atraparla.
Sintiendo a nuestros hijos
Lo que digan los libros, otros padres, el pediatra, los abuelos, los maestros,…, no tiene demasiada importancia. Delegar en otros las decisiones importantes en relación a nuestros hijos tiene que ver con nuestra inmadurez. Somos padres y en la mayoría de ocasiones decidimos tener un hijo, por eso merece que nos hagamos cargo y que confiemos en nuestro criterio más que en las opiniones ajenas. No hay pronto ni tarde para dejar la teta, ni el pañal, ni para hablar, ni comer con cubiertos, ordenar, leer,… No hay niños demasiado flacos ni pequeños ni poco espabilados si están sanos. Esto no es una carrera por llegar antes aunque así nos lo hayan vendido.
Seamos compasivos: fuese una buena idea o no, le dimos un chupete a nuestro bebé, ahora hay que quitárselo. Mejor con calma porque no lo pidió y ahora merece cariño y calma.
Si nos escuchamos y a ellos, todo irá bien, encontraremos las respuestas y nada será tan complicado como imaginamos.
Todos los que somos críticos con nuestra manera de criar estamos deseosos de crecer y aprender de la mano de nuestros hijos. Y de ahí saldrá algo hermoso.
Núria
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