No usar un pensamiento es no prestarle atención. Si le presto atención, mi cerebro cree que es útil. Cuando aparece el pensamiento y desvías tu atención hacia el sentir, el cerebro interpreta que ese pensamiento no es útil. En ese momento, el pensamiento empieza a perder fuerza, porque al llevar la atención al sentir puedes darte cuenta de que el pensamiento no es un hecho, sino una propuesta.
Cuando escuchas esto, puede surgir el pensamiento: “Esto que dice Carles es muy difícil”. Y yo te pregunto: ¿este pensamiento es útil para vivir este momento? ¿Cómo te hace sentir? La respuesta no es un argumento racional para que lo entiendas, es una sensación. Tu cuerpo te está hablando sobre la utilidad de ese pensamiento; esa sensación es la respuesta.
Cuando digo “esto es muy difícil” y no me hace sentir bien, ese malestar me habla de la utilidad de ese pensamiento. Si me hace sentir mal, significa que no es útil. Y esto es lo más importante. ¿Qué hago? Ya lo estás haciendo: al desviar tu atención hacia lo que estás sintiendo y no ponerla en el pensamiento, tratando de buscar una solución racional, tu cerebro ya está interpretando que ese pensamiento no es útil.
De esta manera, nos liberamos de nuestros pensamientos.
A la mente no le importa la verdad, le importa la coherencia. ¿Esto es útil o no? Esa es la coherencia: ¿me siento bien o no?
Siempre hemos vivido la vida pensándola, creyendo que lo que pensamos es real. Ponemos mil excusas en el pasado. Cuando el pensamiento te dice “soy una persona traumatizada”, ¿qué sientes? Ahí está la respuesta: siéntete, no te pienses. No sabemos cómo somos; investiguemos. No es una promesa, es una invitación a empezar a conocernos. Lo investigaremos todo.
Si intentamos ponerlo en práctica, la posibilidad de que los pensamientos no se repitan aumenta. No por arte de magia, sino por falta de energía, al no utilizarlos. El cuerpo se rige por la premisa de usar o descartar.
Pero fíjate lo que hacemos: intentamos sacar provecho de todas las ideas. No estoy proponiendo dejar de pensar, porque es la función del cerebro, así como la del corazón es latir.
No hay nada, nada que gestionar. Si intento gestionar lo que siento o cambiar un pensamiento, cuando yo no pienso, el cerebro piensa por mí. Si intento hacerlo positivo, no podré escuchar esa sensación que acompaña al pensamiento, que me habla de su utilidad. Nos hacemos un lío enorme.
Intentamos encontrar respuestas anticipadas para todo, pero la respuesta está en la coherencia de cómo me siento.
El cerebro necesita coherencia.
¿Qué hay detrás de ese mundo que no te atreves a vivir? No esperes la respuesta, déjala estar.
El miedo y la confianza son dos caras de la misma moneda. En cada situación de la vida hay confianza o miedo. Y aquí hay una clave: cuando intento confiar negociando con la vida para obtener lo que quiero, estoy disfrazando el miedo de confianza. En este punto se encuentra la mayoría de las personas.
Queremos aplicar lo que dice Carles para que esto no vuelva a pasar: “Yo confiaré para no volver a sentir esto”. No funciona. Cuando hago algo para no sentir algo, es porque tengo miedo de eso mismo. El miedo ya está activo. ¿Cómo puedo salir de esto si el miedo está activado?
Cuando confío en la vida, no negocio con ella. No le pido nada a cambio. Este es el gran indicador. Y si tengo miedo de que pase algo, no pasa nada. Es un pensamiento, una propuesta que puedes sentir y observar si es útil en este momento. Y así se cierra el círculo: pasamos al sentir.
Amor
Carles
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