Estoy completamente convencido de que nuestro cuerpo es capaz de curarse de cualquier enfermedad, pero es necesario encontrar la actitud de escucha adecuada.

Se puede calcular rápidamente la capacidad de una persona para curarse preguntándole: «¿Qué estás dispuesto a cambiar en tu vida para curarte?». Si la respuesta es: «¡Todo!», hay muchas posibilidades de curarse. Si la respuesta, por el contrario, es: «Depende de lo que tenga que cambiar», las posibilidades disminuyen. Y si la repuesta es: «Nada, ¿por qué?», no vamos nada bien.

Cuando estás enfermo te encuentras en una condición de inferioridad, necesitas que los demás te ayuden y eso significa que estás pidiendo tiempo. Ellos te lo dan, pero el tiempo es precioso y, por tanto, debes curarte rápidamente. Además, dado que te ayudan, la gente siempre cree que tiene derecho a opinar sobre la manera en la que te cuidas. Por tanto es mejor para todos si eliges el tratamiento más rápido y que dé las mayores garantías de curación.

Seguramente, al principio te sentías tranquilo y protegido por el hecho de que todas las personas cercanas afirmaban que tu salud es lo más importante, pero después te vas dando cuenta de que tu libertad para elegir está muy condicionada por quienes están a tu alrededor. Y así, tan pronto como la manera en que has decidido tratarte (o dejar que la enfermedad actúe) da los primeros signos de no funcionar como se esperaba, cuando te dicen que niegas lo evidente, cuando la fiebre dura demasiado tiempo o es demasiado alta, entonces no te queda otra opción que recurrir al «bombardeo salvatodo» de los antibióticos, la quimio, la radioterapia y todos están contentos, se sienten seguros porque todo recupera su orden e incluso tú mismo te alegras del final de la tensión y de la lucha por la elección terapéutica…

Si a todo lo anterior agregamos la presión de los medios de comunicación, los consejos de quienes se preocupan por ti, las eventuales llamadas de atención del médico o del hospital con el «si no se presenta perderá el turno y no sabemos si podremos reubicarlo», llegamos a comprender que gran parte de la energía de la persona se pierde en esta lucha contra el miedo a la enfermedad y no digamos al cáncer, contra el miedo colectivo, contra las imposiciones del ambiente que nos rodea.

Curarse de una “enfermedad” exige una gran toma de conciencia. Generalmente, las personas que se curan pertenecen a dos categorías, o bien están en total paz y armonía con el mundo, como si ni tan siquiera creyeran estar enfermas, son personas con un alto grado de aceptación, una gran capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformadas por ellas, gracias a que han sido escuchadas, respetadas y validades cuando eran bebés y niños.

El segundo tipo de personas encuentran grandes dificultades, ya que una curación es muy difícil para aquellas a las que denomino «No quiero». Son a las que oiremos en más de una ocasión decir: «No quiero trabajar sobre las emociones, no quiero profundizar en las relaciones personales, no quiero sentir dolor, no quiero cambiar nada en mi vida, no quiero probar terapias extrañas, no quiero cantar, no quiero gritar». Si bien afirman querer curarse, no están dispuestos a cambiar nada ni a renunciar a sus costumbres. Les gustaría encontrar una píldora mágica y piden a sus médicos que los curen sin haber entendido que solamente uno mismo puede curarse. En cambio, podrán encontrar ayuda, apoyo y un terapeuta que los ayude a sostenerse cuando comprendan que son ellos mismos los únicos artífices de su curación.

Si la persona «No quiero» se transforma en una persona «Quiero probar, experimentar, entender y arriesgar», entonces comprende que la enfermedad no es una desgracia que se le ha venido encima, sin sentido o por mala suerte, sino porque su vida y sus costumbres han creado un terreno fértil para que resultara vulnerable a una experiencia traumática, un choque que no habría podido prever y que será el origen de su enfermedad. Si esto nos sucede, hemos de estar dispuestos a realizar los cambios necesarios para eliminar tal vulnerabilidad. Cuando seamos capaces de reírnos de nuestro problema, entonces nos curaremos fácilmente, y nos expandiremos en la vida.

Amor
Carles

Translate »