Cuando comienzas a presentir la fuerza, la belleza de la emoción, te das cuenta hasta qué punto son superficiales todos los sistemas de pensamiento espiritual. Los dogmas, los análisis, los saberes, las fantasías de la energía y el despertar solo son proyecciones hechas sobre el miedo, que no son más que chispas de la emoción profunda. La necesidad que se tiene de codificar, de explicar, de un principio y un final, toda esta ficción, este acercamiento pseudo-espiritual ha creado las religiones de Occidente y Oriente. La mayor parte de la gente es incapaz de sentir sus emociones, temen demasiado la locura. Así buscan refugiarse en sistemas donde encontrarse, en disciplinas donde hacer, en ejercicios donde les parece se purifican. Ahí va creciendo la necesidad de aferrarse a algo, de dominarse, de ser cada vez más espirituales.
No hay crítica, es mi experiencia. No puedo hacer otra cosa. Me doy cuenta de la vida que me he creado, de las capacidades que intento desarrollar: el coraje, la fuerza, la inteligencia, la espiritualidad, la meditación, la sabiduría y otras pamplinas. Todo estos elementos los desarrollé para no enfrentarme a la emoción que habita constantemente en mí. Cedí el poder, el único poder posible, el poder de sentirme como me estoy sintiendo AHORA.
La mente tiene muchos problemas con este tipo de exploración, esta clase de descubrimiento, porque no puede sentirse hacedora de ello. Estás regresando a casa, a tu propia naturaleza, el vacío, tu propia esencia, al silencio, a la quietud total que no puedes adquirir ni aferrarte, puesto que no hay nada separado que lo alcanza. Tú eres eso.
Amor.
Carles.
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