Si has tenido un desacuerdo con tu pareja durante el desayuno, te sentirás menos presente en el trabajo hasta que hayas tenido la oportunidad de sentarte y digerir la experiencia.
De camino a la trabajo, y a lo largo del día, es probable que repitas en tu mente momentos del conflicto matinal. Puede que te sientas distraído, desconectado o incluso ansioso. Sigues arrastrando información no digerida de la mañana.
Me refiero a este estado como el tiempo de digestión. Cuando estás en el tiempo de digestión, es como si el contenido del conflicto de la mañana fueran maletas de equipaje que debes arrastrar contigo a todas partes hasta que puedas ordenar su contenido. Si la mitad de ti está ocupada con esas maletas, no puedes estar plenamente presente: una mitad de ti está en el pasado.
La historia no digerida es pasado; la historia digerida es presencia.
Pero lo que está contenido aquí es mucho más que simples desacuerdos sobre las tostadas y el café. Cualquier persona puede quedarse sustancialmente rezagada en este tiempo de indigestión y, por tanto, ser incapaz de estar plenamente presente debido a traumas no resueltos.
Al igual le ocurre a las comunidades y sociedades que son portadoras de importantes heridas culturales están igualmente fracturadas y habitan en el tiempo de indigestión, lo que las mantiene ocupadas durante generaciones. El tiempo de digestión es la energía del pasado que no se ha digerido plenamente y que sigue impidiendo la presencia en el presente.
Por tanto, el inverso del tiempo de digestión es la presencia.
La historia no digerida es pasado; la historia digerida es presencia. Cada ser humano es una expresión de energía que se mueve a lo largo de un camino de desarrollo en expansión. Por otra parte, cada ser humano nace en campos interpenetrados de traumas ancestrales y colectivos.
Ese campo colectivo, contiene tanta inestabilidad, disonancia y alienación que todos, de alguna manera, hemos sido marcados por estas tensiones. Esto también es tiempo de digestión. Y quizá la mayor consecuencia de esta indigestión sea el fenómeno de la separación. En el tiempo de digestión, no solo nos sentimos separados unos de otros, sino también de nuestras propias esencia y de nuestra fuente.
Además, nos sentimos divididos en el tiempo: una parte de nosotros está absorta en el pasado repetitivo, mientras que otra se obsesiona con un futuro.
Sin embargo, solo nos liberamos en la plenitud de la presencia. En la presencia, sentimos la sintonía con el cuerpo. Experimentamos una sensación de fluidez, de ligereza, nos volvemos más claros, más despiertos, más conectados.
Es en la presencia, que hay espacio, movimiento, iluminación. En la presencia restauramos el pasado y nos realineamos en el espacio y en el tiempo.
Muchas de las consecuencias de los traumas no digeridos se consideran normales —“así es la sociedad”, “así es la gente”, “así es la vida”—, cuando son cualquier cosa menos normales.
Amor
Carles
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