Marcia, es asistente a la bendición de la inseguridad, México, .       Tomar el poder y asumir plenamente la responsabilidad de todas nuestras acciones; dejar el rol de adolescentes eternos que solemos jugar, para convertirnos, por fin, en adultos maduros; volver al cuerpo (que está siempre en el presente) y escuchar, sentir todas nuestras sensaciones sin nombrarlas; saber que somos más que nuestra propia historia y reconocernos capaces de una de percepción limpia, libre de consideraciones, como la que tuvimos al comienzo de nuestra vida, cuando éramos bebés; abandonar el control del intelecto (esa parte de la mente que nos da tanta seguridad) para entrar a la Inteligencia, un mundo de percepciones mucho menos limitante; reconocer que en la vida hay momentos clave (muchas veces muy dolorosos) donde tienes que frenar, detenerte, parar; cesar de pelear con lo que es y empezar a fluir alegremente con la vida; dejar de castigarnos a nosotros mismos o de castigar a los demás por lo sucedido en algún momento, al darnos cuenta de que todos, sin excepción, siempre hacemos lo mejor que podemos; descubrir que, después de todo, no hay otro. Todas éstas, entre otras, son las valiosísimas herramientas que he encontrado en los cursos de Carles Compañ, que me ayudan a estar más abierta y a sentir la experiencia total de la vida con mucha mayor plenitud (y gratitud).     Con la paciencia inagotable de quien no está en el tiempo, Carles escucha, una y otra vez, las decenas de historias que van apareciendo aquí y allá, y con su silencio interior y su coherencia, nos invita a vaciarnos también para abrir el espacio que permite que surja lo que tiene que surgir: quizá la memoria de un antiguo trauma o la de cualquier experiencia no digerida se libere de los tejidos… Mas lo que aparezca no se desbordará nunca, porque tendrá el espacio del universo entero, la contención infinita y el desapego a la historia que caracterizan a la Quietud, el lugar donde, de veras, cesa el sufrimiento. Y entonces, el cuenco tibetano que Carles tañe para marcar el comienzo y el final de cada meditación y de cada grupo de sesiones, se convierte en una bonita metáfora de esa experiencia. Pero más allá de la solemnidad o el recogimiento de ciertos momentos vividos muy íntimamente, todo transcurre en un ambiente relajado, casi informal, donde no hay la más mínima afectación, ni nada que pueda considerarse o parecer un ritual.     De todos los cursos que he conocido, estos son los únicos donde el maestro no intenta arrebatar el poder al discípulo, sino todo lo contrario, y donde se deja la teoría de lado para empezar a vivir, a ser realmente de otra manera.   Muchas gracias, Carles.        Gracias a ti Marcia.

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