Hacer del miedo un regalo “No tengo miedo, siento el miedo”
Cuando digo “tengo miedo”, poca cosa es posible. Cuando siento el miedo en el vientre, la garganta, el pecho, eso es mi objeto de observación, de meditación. Es mucho más profundo que meditar sobre la tranquilidad. El miedo, la garganta, la tensión, la vibración; el dolor, la sequedad, eso es lo que va a convertirse en mi meditación. No hay nada en lo que pensar.
En la situación, es lo mismo. Funcionamos con el sentir… Y veré que mi miedo a los perros no es el miedo a los perros. El perro que me ha mordido ha hecho que vuelva a salir otro miedo, que ya estaba ahí y que aparentemente tenía otra causa. Si te remonta más lejos en el pretendido “pasado”, voy a ver que antes de eso había otra cosa aún, y así sucesivamente. Otros además de umi han podido ser mordidos por ese mismo perro y no han conservado el miedo. Si tu o yo lo mantenemos, es porque ya teníamos un terreno propicio para ello… Es inútil remontarse hasta Adán y Eva. Termino por darme cuenta de que mi miedo a tal situación no procede de ésta, sino que la situación hace que vuelva a emerger en mí un miedo inmenso, original. En la aproximación de la Presencia Biodinámica, nos dejamos acariciar por este miedo sin causa profundamente arraigado en nosotros. El perro, el abandono de mi padre, los golpes que he recibido me lo han recordado; no lo han creado. En un momento dado, comprendo que todo eso ha despertado mi miedo; permanece la sensación del miedo. Cuando humildemente dejo de pretender saber por qué o de qué tengo miedo, cuando dejo de señalar con el dedo, me libero de la imagen del miedo pero la sensación del miedo está ahí. Entonces, es extraordinario. Sentir en uno mismo el miedo sin causa es el comienzo de una vida profunda. Pero mientras crea tener miedo de esto, de aquello, no estoy preparado para ver lo que hay. El miedo es una emoción extraordinaria, como toda emoción. La vida no es más que emociones. En un momento determinado, nos familiarizamos con el hecho de vivir sensorialmente nuestras emociones, y aparecerá un cierto tipo de humor. Veo el perro, el miedo, veo que el perro no podría nada contra mí si yo no tuviese este miedo, veo que no es el perro el que lo crea, que únicamente lo despierta en mí… Cuando comprendo esto, se abre una vida sensorial profunda y tienen lugar muchas clarificaciones.
El miedo está constantemente ahí, en cada instante. ¡No es necesario buscarlo! Me vuelvo disponible sensorialmente y cuando, durante la jornada, he tenido la suerte de ser agredido por un perro, un hombre, un patrón, una crítica o una idea, por la noche dejo vivir en mí ese malestar, ese miedo. No es el pasado; es el presente. Estoy disponible y, sensorialmente, ese miedo atenazado por imágenes -miedo de esto o de aquello- se libera de ellas. Se produce una liberación.
Poco a poco, pero eso tiene lugar; no tengo miedo, el miedo está en mí. Esa es una diferencia esencial con respecto a las técnicas que buscan en la historia la causa..
Con ellas, hasta cierto punto, el paciente tiene miedo. En nuestro enfoque siento el miedo, no tengo miedo.
Si siento el miedo y corro más deprisa. Es un miedo que ayuda, porque lo siento. Pero cuando decimos “tengo miedo”, nos ponemos rígidos, bloqueamos el proceso.
Amor
Carles
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