Una invitación desde la Presencia Biodinámica®
Seguramente muchos hemos escuchado frases como: “morir en vida no es morir” o “quien muere en vida no le teme a la muerte”.
Pero, ¿qué significa realmente morir en vida?
Cuando hablamos de la muerte solemos pensar en un final. Pero ese final, paradójicamente, puede traer una profunda liberación. Podemos tener deudas, dolores, envidias, preocupaciones… y, sin embargo, cuando la muerte física se acerca, algo cambia: la mente se aparta. Y con ella, se desvanecen los problemas. La dificultad no está en lo que ocurre, sino en el pensamiento que interpreta, que juzga, que compara. La dificultad vive en la mente.
Y es importante decirlo: la mente no es enemiga. Es una herramienta maravillosa. Nos permite sobrevivir, orientarnos, comunicarnos, crear. Pero también puede convertirse en un filtro que oscurece la realidad y nos encierra en lo conocido.
Desde la Presencia Biodinámica®, invitamos a morir en vida…
No se trata de desaparecer, sino de soltar la identificación con el pensamiento, de dejar morir ese recuerdo o esa historia que insiste en volver una y otra vez. Lo que nos hace sufrir no es lo que ocurre, sino lo que pensamos sobre ello.
Morir en vida es morir al pensamiento —y al hacerlo— permitir que algo nuevo emerja.
Es permanecer con la experiencia desnuda, sin etiquetas, sin juicio.
Es habitar el instante tal como es, sin interferencia.
Ahí descubrimos que la mente sigue disponible cuando hace falta: nos guía a casa, nos indica qué botón apretar, organiza nuestra agenda. Pero ya no atrapa la vida.
Lo curioso es que no es la vida la que nos atrapa, es la mente la que nos atrapa en su propia repetición. La neurociencia lo confirma: el pensamiento tiende a repetir patrones para ahorrar energía. Así, lo viejo se superpone a lo nuevo, y creemos que todo se repite… cuando en realidad nada se repite. Es solo la mente, con sus lentes, la que colorea la experiencia con lo ya conocido.
Si pudiéramos morir cada día a ese filtro, y ver con ojos nuevos —como los teníamos a los dos años— veríamos que nada se repite. Todo está ocurriendo por primera vez.
Morir al instante, en el instante, es abrirse a una paz profunda, incluso si alrededor hay una tormenta. Es como el ojo del huracán: un centro en calma desde donde todo se mueve.
Y sin ese centro… no hay huracán.
Sin ese silencio… no hay sonido.
Permitámonos morir al presente, no como una renuncia, sino como una rendición amorosa.
Ahí comienza la vida real.
Amor
Carles
Mini práctica: Morir al instante
Duración sugerida: 5 minutos
1. Siéntate cómodamente.
Deja que el cuerpo se acomode solo, sin forzarlo. Siente el peso de tu cuerpo sobre el suelo o la silla.
2. Observa sin intervenir.
Lleva la atención al cuerpo tal como está, sin querer cambiar nada. Solo observa.
3. Permite que muera el juicio.
Si aparece un pensamiento, una idea, una emoción… obsérvala, y déjala pasar. No la sigas.
Dite interiormente: “esto también puede morir ahora”.
4. Vuelve al sentir.
¿Qué sensación hay ahora mismo en el pecho? ¿En el abdomen? ¿En el rostro?
No lo nombres. Solo siente.
5. Descansa en el instante.
Quédate unos momentos en este espacio donde nada falta, donde todo simplemente es.
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