¿Qué papel juega el cuerpo en este enfoque?
Gran parte de la actividad de la mente está diseñada para evitar sentir. Por ejemplo, cualquier forma de pensamiento repetitivo y compulsivo suele ser un signo de que justo bajo su superficie yace un incómodo pozo de sensaciones que crean sentimientos.
Tarde o temprano estos sentimientos incómodos empiezan a filtrarse a través de las estrategias y mecanismos de disociación que la mente ha construido.
El primer impulso suele ser escapar de ellos a través del pensamiento y la actividad y, de esta manera, el ciclo de búsqueda se regenera una y otra vez. Sin embargo, cada vez que la búsqueda llega a su fin por medio de la Comprensión, se corta una de las vías de escape de la mente.
Como resultado, cuando vuelven a aparecer sentimientos incómodos vemos que cada vez hay menos posibilidades de negarlos o evitarlos.
Ya no escapamos de este sentir. Ahora hemos encontrado los recursos necesarios para hacerles frente. Ni les hacemos nada ni hacemos nada con ellos y, por la misma razón, tampoco los negamos, no los evitamos ni los reprimimos.
El impulso de escapar de ellos a través del pensamiento sigue apareciendo, pero ahora vemos que el impulso en sí mismo no es más que otro sentimiento incómodo.
Tarde o temprano aparece la profunda convicción de que es imposible escapar de estos sentimientos, de que no se pueden evitar, manipular ni pasar por alto. Tampoco tiene por qué ser posible.
Simplemente les permitimos ser.
La apertura, la sensibilidad, la vulnerabilidad y la disponibilidad que la Presencia Conciencia es, que nosotros somos es, en sí misma, el hecho de permitirlo todo.
Este coraje y esta apertura para hacer frente a nuestros sentimientos es una invitación a que emerjan a la superficie capas de sentimiento cada vez más y más profundas.
Por esta razón, al principio el trabajo no siempre parece ser pacífico. Muchas veces conlleva un aumento aparente en los niveles de desasosiego, incomodidad y agitación.
Sin embargo, eso no es más que una interpretación errónea de lo que está ocurriendo realmente. No es que se estén generando nuevas capas de malestar e intranquilidad, sino que están saliendo a la luz antiguos hábitos y formas de sentir.
En un primer momento estos sentimientos ocupan toda nuestra atención, parecen consumirlo todo. Sin embargo, como el impulso de evitarlos es cada vez menor, el espacio abierto que les acoge y en el que se les permite ser, sin juzgarlos, sin ningún sesgo a favor ni en contra, va siendo cada vez más notorio.
El espacio acogedor de nuestra propia Presencia Conciencia (que antes parecía estar en un segundo plano o incluso estar completamente eclipsada por estos sentimientos que todo lo devoran) empieza a emerger, con lo que los sentimientos comienzan a retroceder.
En realidad no retroceden. Desprovistos de los comentarios mentales que antes les daban significado y validez, se experimentan cada vez más como sensaciones corporales inocuas. Así pierden su capacidad para angustiarnos, quedan neutralizados, pero no porque les hayamos hecho nada, sino simplemente porque los hemos visto como lo que son.
Incluso decir que son sensaciones corporales es demasiado. Si los exploramos de la misma manera que exploramos cualquier otro objeto, descubrimos que su misma sustancia es la sustancia de la Presencia abierta y acogedora en la que aparecen.
No tienen ningún poder de separación. No hay sufrimiento en ellos.
Estas sensaciones son como corrientes que se extienden por el océano de nuestra Presencia Conciencia.
Amor
Carles
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