Mientras el cuerpo está vivo, él puede soportar la situación.

La mente, en cambio, no soporta nada. Veinte años después, tú sigues sin poder pasar por esa calle en la que fuiste agredido. Tu agresor era alto, todo encuentro con alguien que también sea alto te moverá y supondrá  un problema… La vida entera se frustrará por ese recuerdo del miedo a la agresión. Volver sensorialmente al corazón de la sensación cuando ocurre este recuerdo vivido como un drama, lleva a darse cuenta de que el pretendido drama era lo que era: un conflicto biológico, no un drama psicológico.Nunca es el hecho que ocurrió el que nos hizo desdichados, traumatizados supervivientes, sino la idea de que eso no debería de haber ocurrido.

Amor
Carles Company

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