No tenemos que hacer nada para que el teatro de sombras ocurra.

¡Está ocurriendo ahora mismo! El miedo surge y se apodera del cuerpo-mente. Un pensamiento, un recuerdo sin palabras lo ha despertado y aquí está. Se percibe como muy desagradable. Quien dice miedo, dice ansiedad dice partida, dice cualquier cosa a la que le llamemos emoción.

¿Te has parado y has sentido alguna vez completamente, sin palabras, sin deshacerte de él?

Durante mucho tiempo no hemos sentido realmente el miedo, porque no nos permitíamos ponernos en contacto con él. Estaba allí, al acecho, pero no era sentido porque había una noción no cuestionada en el cuerpo-mente de que no debía ser sentido, yo no debería sentir cosas dolorosas. Aprendimos a cuidarnos de ellas porque son señales de peligro, desarrollamos una piel gruesa e impenetrable para evitar sentirlo, que es como una respuesta del organismo a los cuerpos extraños. El cuerpo encapsula agentes extraños que penetran en él. Hay muchos encapsulamientos sucediendo dentro de nosotros, bio-fisiológica y psicológicamente, sellando experiencias penosas para que sean inaccesibles a la sensación y al sentido. Casi inaccesibles, porque en algún lugar permanecen e intentan emerger.

De modo que existe esta premisa profunda subyacente de que no debo ponerme en contacto con sensaciones terribles que me hacen emerger el miedo, la ansiedad y la angustia. Están allí en todos nosotros. Pongámoslo en cuestión en este momento. Cuestionamos la resistencia que surge automáticamente cuando algo doloroso ocurre: resistirse a sentirlo íntimamente sin separación.

¿Acaso no conocemos bien la resistencia a estas sensaciones perturbadoras? Se manifiestan como tensión en el estómago, el corazón, los intestinos y en los músculos. Sea lo que fuere, ¿podemos sentirlo profundamente, no huir de ello? Nada puede herirnos realmente excepto negar o escapar de lo que hay aquí tal cual es.

Carles

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